Una de las experiencias más gratificantes que puede vivir un desarrollador de software es ver su producto siendo usado por el público objetivo.
De nada sirve gastar meses y meses de trabajo en algo que nadie va a usar. Sí, queda la satisfacción de haber escrito una pieza de software, los aprendizajes del camino y la experiencia. Pero si no llega a usarse, es solo algo más.
Empecé a trabajar profesionalmente como desarrollador de software en el año 2012. El producto en el que trabajaba ocasionalmente tenía un número de usuarios decente, crecía poco a poco pero mi intervención era bastante escasa.
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